Aunque los alimentos secos y en salazón se consumían hacia milenios, en los siglos XVII y XIX se inventaron técnicas de conservación. En 1795, Nicolas Appert desarrolló un procedimiento para conservar alimentos en botellas herméticamente cerradas tras esterilización por calor; e incluía el empleo de latas.
La comida en conserva se extendió por todo el mundo a bordo de barcos y ferrocarriles. De esta forma, los agricultores pudieron ampliar sus mercados e importar las semillas, los alimentos y el ganado apto para sus condiciones geográficas. Por eso, la población podía seguir creciendo sin riesgo de padecer hambre. Una época de alta productividad y bajos precios significaba que la gente no debía invertir todo su dinero en comer. Sin embargo, en este ambiente de prosperidad también se dieron casos como "La Gran Hambruna", que diezmó a la población irlandesa.
Fuente: Enciclopedia Esencial de la Historia del Mundo, Clarín.
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